Metegol no nació en una oficina ni en una sala de juntas. Comenzó en un barrio donde el fútbol era más que un deporte: era seguridad, comunidad e identidad.
Después del colegio, no siempre reuníamos a diez jugadores para un partido completo. A veces éramos cinco, a veces tres… pero siempre había un balón, un arco y las mismas ganas de jugar.
Había un juego callejero que todos conocían, un juego que existía mucho antes de nosotros. No lo inventamos ni lo bautizamos, pero lo practicábamos sin descanso.
Lo llamaban “Metegol tapa.”
Un arco.
Un arquero.
Todos atacan.
El que hace el gol pasa a tapar.
Jugábamos durante horas: riendo, compitiendo, discutiendo, intentando de nuevo. Lo que no entendíamos entonces era esto:
Creciendo en ese entorno, vimos algo imposible de olvidar: Existe un talento futbolístico extraordinario en las calles, barrios y comunidades de Latinoamérica y del mundo, jugadores con nivel profesional, disciplina y pasión.
Sin estadísticas.
Sin identidad digital.
Sin historial oficial.
Sin una vía para ser descubiertos.
Pero son invisibles.
Esa realidad alimenta nuestra misión.
Esa idea se convirtió en la chispa detrás de Metegol.
Metegol es la infraestructura que el fútbol amateur nunca tuvo.